Adolescentes, Suicidio y Depresión
Dra. Susana De León de Espino – Psiquiatra y Vali Maduro de Gateño, Ph.D. – Psicóloga
A todos nos llena de tristeza y preocupación cuando escuchamos que una persona se ha quitado la vida. Nos preguntamos, ¿Qué pasó?, ¿Qué hace que una persona quiera o pueda hacerlo? La realidad es que, anualmente, mueren alrededor de 35 mil personas por esta causa y esta conducta ha sido muy estudiada. Asimismo, se sabe que no hay una razón simple que haga que una persona quiera quitarse la vida. Los seres humanos somos muy complejos y deben darse muchos factores para que se dé un suicido. Es importante saber que el suicidio y muerte violenta ocupa el tercer lugar como causa de muerte en la juventud (15-25 años). Algunos de los conocimientos que han revelado las investigaciones son los siguientes:
La conducta suicida no es tan impulsiva como se pensaba. Se sabe ahora que las personas, como mínimo, lo piensan alrededor de tres meses antes de intentarlo; lo que nos da una ventana para ayudar a prevenirlo. Unido a esto, sabemos que los adolescentes no tienden a buscar la ayuda directamente, si no que empiezan a hacer cosas y a hablar de manera indirecta. Por esta razón los adultos debemos estar pendientes y brindar la ayuda.
La mayoría de las personas que mueren por suicidio tienen un diagnóstico de salud mental que puede ser tratado. Lastimosamente, la mayoría no busca ayuda y quienes la buscan no muchas veces siguen las indicaciones. Comúnmente vemos que les cuesta aceptar tomarse los medicamentos. Pero esta información también es positiva, ya que sabemos que los tratamientos pueden ser eficaces en prevenir el suicidio.
Existen maneras de detectar quiénes están en riesgo y así poder brindarles la ayuda que necesitan. Algunos de los factores que aumentan la posibilidad que una persona quiera quitarse la vida son: que la persona tenga una enfermedad física o mental que lo haga sufrir por mucho tiempo; el uso de sustancias que le desinhiben la consciencia de hacerse daño; estrés prologando por ser maltratado o vivir en condiciones de dificultad; y que en la familia alguien más se haya quitado la vida o haberlo intentado antes.
También sabemos las señales de riesgo inminente que nos alertan a que la persona ya está planeando hacerlo. Por ejemplo, habla de muerte, que se siente atrapado, que no vale para nada, se despide o empieza a regalar sus cosas. En estos momentos es de suma importancia incluir a un profesional de la salud mental, quiera o no quiera la persona. Además, es importante superar la rabia que nos da que una persona está tratando de manipularnos. Siempre hemos dicho que, si una persona necesita usar su vida para manipular, ¡esa persona necesita ayuda!
El uso y abuso de drogas y alcohol aumenta el riesgo de suicidio en adolescentes.
Finalmente sabemos que, en la mayoría de los casos, la conducta suicida puede ser prevenida si nos educamos, si nos mantenemos alerta a reconocer quienes necesitan ayuda y seguimos el tratamiento.
Entre los diagnósticos relacionados con el suicidio, uno de los más prevalentes es el de depresión. Todos en algún momento podemos sentirnos tristes o con estado de ánimo apagado. El ser humano evolucionó para experimentar muchas emociones, incluyendo la tristeza. Sin embargo, hay que distinguir entre sentir una tristeza temporal y un estado de depresión. Cuando predominantemente la persona experimenta un ánimo triste, “apagado” o “aburrido” hay que preguntarse si es una tristeza
reactiva y normal, o es un estado de depresión clínica o lo que se conoce como depresión mayor o trastorno depresivo.
Existen factores de riesgo que predisponen a un trastorno depresivo, como son una historia familiar de depresión, traumas - sobre todo durante la infancia -, pérdidas recientes, problemas socio-económicos, hostigamiento o “bullying”, y condiciones médicas. La causa exacta no se conoce, pero sí se atribuye a multiplicidad de factores que incluyen la genética, estresores psicosociales, y alteración de los neurotransmisores (químicos) del cerebro.
Específicamente en los adolescentes, la prevalencia es de alrededor del 4 - 5%. A veces el trastorno depresivo mayor pasa sin ser identificado claramente por los padres y maestros, pero sabemos que conlleva consecuencias importantes para el funcionamiento y desarrollo del joven que incluso puede llevar a actos autodestructivos y suicidio. Se define como un período de dos semanas o más donde el adolescente presenta algunos de los siguientes síntomas conductuales de manera consistente:
Llanto fácil, tristeza evidente o irritabilidad, quejas de “aburrimiento”
Aumento o disminución de sueño
Sentimientos de culpa irracionales y baja autoestima
Bajo nivel de energía y desinterés por actividades que antes disfrutaba
Problemas de concentración y deterioro en el rendimiento académico
Aumento o disminución de peso
Quejas frecuentes de dolores articulares, de cabeza o estomacales
Aislamiento de amigos y sensibilidad extrema al rechazo
Comentarios o preocupación sobre la muerte e ideas suicidas
Conductas autodestructivas y uso de sustancias y alcohol
No hay dos presentaciones idénticas, cada persona es única. Si su hijo o hija muestra algunas de estas características, hay que buscar ayuda inmediatamente. Una vez establecido el diagnóstico, hay tratamiento y éste dependerá del caso. Puede consistir en psicoterapia, psicoterapia y medicamentos, además de intervenciones para apoyar a la familia y reducir los posibles estresores. De sospechar ideación suicida hay que actuar de manera inmediata y asegurar la integridad física de la persona. La depresión es tratable y curable.
No es un defecto de la personalidad del individuo ni muestra de debilidad, es producto de cambios químicos a nivel cerebral que se manifiestan a través de las conductas descritas. Estar informados es lo más importante, y buscar ayuda a tiempo puede cambiarle y hasta salvarle la vida.