Escrito por Jaime A. Chérigo,
Voluntario de Fundación Serenamente.
Este año se cumplieron siete años de la partida de nuestro querido Daniel Martinelli, y aún mientras escribo estas palabras me resulta difícil creer que ha pasado ya tanto tiempo desde que abandonó este plano terrenal. Me gusta pensar que aún sigue con nosotros de forma espiritual, cuidándonos y alentándonos a seguir adelante con nuestros sueños y metas. Tal como lo hacemos con la fundación Serenamente que se inició en su nombre a mediados del 2016, para contribuir con las causas de salud mental y prevención del suicidio. Gracias a Dios hoy día seguimos creciendo y estamos más activos que nunca. Inspirados en la memoria de Dani para no desistir en esta carrera de resistencia que es la vida; en la cual él fue todo un luchador, un gran ejemplo de persona y un agente de cambios positivos para su comunidad. Me consta que él hizo todo lo que pudo para dejarnos un bonito legado de sueños e ideales a todos los familiares y amigos que dejó aquí en esta tierra. En honor a la verdad debo decir que no pude compartir con Daniel por tanto tiempo como hubiera querido, ya que nos hicimos amigos apenas a inicios del 2014, escasos dos años antes de su fallecimiento. Así que no puedo dar un testimonio muy extenso de lo que fue su vida, pero, ya que en esta ocasión me dieron a mí el honor de escribir estas palabras, debo decir que durante esos breves años que compartimos fue más que suficiente para que Daniel se ganara un lugar importante en mi corazón y pudiéramos reconocernos como verdaderos amigos.
Además de haber coincidido gracias a nuestro breve tránsito por el mundo del chamanismo y la medicina alternativa, contexto en el que nos conocimos, también pudimos formar parte de un pequeño grupo de amigos con intereses comunes en temas diversos, donde Dani rápidamente empezó a destacar; ya que se mostraba siempre como un chico servicial con deseos de compartir sus conocimientos para el beneficio de todos los miembros del grupo. Incluso se ganó el apodo de “Dan the provider” (Dan el proveedor) por parte de Kevin, otro de nuestros queridos amigos de aquel grupo, porque Dani siempre estaba intentando traernos información relevante, además de recursos y herramientas valiosas para nuestro aprendizaje. Él fue un gran apasionado de temas como la compasión animal, la conciencia medioambiental, la alimentación saludable, entre otros. Y estaba siempre buscando formas de generar conexión con el planeta tierra «abrazando árboles» como bien lo expresa el título del libro escrito por Enrique Piñero, obra que también está dedicada a su memoria. Daniel tenía creencias e ideales poco comunes por lo que fácilmente pudo haber sido percibido como un excéntrico ante la mirada superficial de algunas personas. Sin embargo, alguien cuya vida ha inspirado a sus familiares, amigos y conocidos para crear proyectos de vida basados en su memoria, seguramente fue mucho más de lo que podríamos juzgar a simple vista.
Durante aquella época en la que compartimos juntos como amigos, recuerdo que él se autodenominaba “frutariano” porque había adoptado el estilo de alimentación más compasivo que pudo encontrar, en donde no ingería ni productos animales, ni tampoco vegetales, sino que se basaba únicamente en frutas. Siempre nos solía decir que eran el “amoroso regalo de la naturaleza para todos los seres vivos” y por eso a él le parecía que esta era la forma más correcta (ética) de alimentación para el ser humano. No soy quién para juzgar si estas creencias eran correctas o incorrectas, pero de lo que sí estoy seguro es que ésta y otras acciones de Dani eran movidas por el más puro deseo de hacer el bien a sus semejantes, ya que su compasión y deseo de servir incluían también a los animales, las plantas, los insectos, y el resto de seres que cohabitan el planeta con nosotros. Personalmente, me parece una forma hermosa de pensar y ver la vida en general: como un todo, una unidad en armonía.
Recuerdo que le gustaba mucho la naturaleza, practicaba el hiking o senderismo, y sé que le encantaba pasar mucho tiempo en El Valle de Antón, en la casa de su abuelito materno. Solía hacer mucho turismo interno y visitar lugares exóticos como el Volcán Barú, La Yeguada, Bocas del Toro o San Blas, en donde solía acampar con sus amistades y seres queridos. También le gustaba mucho sentarse frente a las fogatas a contar historias e improvisar canciones bajo las estrellas junto a sus queridos primos Bennett y Martinelli. Recuerdo a Dani-dan como una persona muy espontánea y natural, alguien con una sincera y real conexión con la vida. A finales de ese mismo año (2014) tuve la suerte de que me tocara ser el amigo secreto de Dani en un intercambio de regalos que hicimos, él me regalo una hermosa lámpara de sal del himalaya que hasta el día de hoy me sigue pareciendo uno de los mejores regalos que he recibido en este tipo de actividades.
Ya para mediados del 2015, cuando tuve mi primera crisis de ansiedad y ataques de pánico (nunca había pasado por algo así), coincidí con que Daniel también estaba en su proceso de crisis psicológica, lo cual contribuyó a que pudiéramos tener un lazo de entendimiento y empatía mutua. Gracias a nuestra propia experiencia, ambos pudimos tener una idea del tipo de sufrimiento que el otro estaba padeciendo, y eso hizo que nos sintiéramos más unidos. Los momentos en que pudimos vernos y conversar durante esos meses de crisis no fueron muy numerosos, pero las dos o tres veces que sí pudimos compartir fueron muy significativas para mí. Tanto así que alrededor de nueve o diez meses después del inicio de nuestras crisis, luego de su fallecimiento, yo me sentía tan conectado e identificado con el proceso de Dani que sentí un fuerte llamado personal a conectarme con su causa e involucrarme con la creación de Fundación Serenamente. Me he mantenido estrechamente involucrado con este proyecto desde sus inicios hasta la fecha presente, motivado por la profunda huella que nuestra amistad dejó en mi vida.
En conclusión, desde mi humilde y limitada experiencia, puedo decir que Daniel Martinelli fue un ser humano inspirador. Definitivamente no una persona común, ni uno más del montón. Alguien con elevados ideales y aspiraciones, preocupado por sus semejantes, interesado y comprometido con generar un impacto positivo y hacer una diferencia significativa en nuestra sociedad. Cosa que quizás no pudo terminar de lograr en vida, ya que una terrible crisis psicológica nos lo arrebató muy temprano, pero como bien he mencionado a lo largo de este texto: el recuerdo de todas las cosas que hizo en vida, su amor por el planeta tierra, por sus familiares y amigos, por las plantas y los animales, fue algo que trascendió la muerte y sigue siendo la causa de inspiración de muchas cosas buenas que se han hecho y se seguirán haciendo en su nombre. Esa es la huella de un gran ser humano, alguien cuyo breve paso por esta dura tierra, le permitió dejar un legado de vida, de amor y de servicio al prójimo. Mis respetos para todos los familiares y seres queridos de Dani, y un gran abrazo para él hasta el cielo, ¡Hasta pronto hermano!
P.D. Te extrañamos…